martes, 8 de agosto de 2017

Tristeza en el alma

     Hace ya 1 semana y un día, el pasado día 1 de agosto, se nos fué nuestro gatito.
     Mi gato, mi niño, después de 15 años de amor. Un siamés de almohadillas rosadas. Con unos ojitos, ya grises, curiosos y sinceros. Su repentina partida me ha dejado destrozada. En un par de días mi vida ha dado un vuelco, me falta él.
     Los primeros días, la madrugada del lunes, y los días siguientes, yo "vivía" como al ralentí. No podía creerlo. Me faltaba algo muy importante. Pero le ví sufrir, y por supuesto yo no he querido nunca eso para él. Así que ahora descansa.
     Soy una persona más bien racional que sentimental. Pero eso no quita que yo tuviera la esperanza de que mi gato fuera inmortal. Que todos los cariños que nos hemos dado nunca se terminaran. Sé que nunca desaparecerán, porque pienso en él y lloro, pero luego sonrío, pienso en su carita pidiendo mimos (o comida, principalmente, era un gato), en sus ronroneos, en sus enfados porque no le dejaba salir al patio delantero. En sus locuras espontáneas, persiguiendo cosas imaginarias, tornillos, o pelusas... En sus cabezazos cuando me veía triste.
     Aún lloro, es obvio, yo sigo en su casa y es duro, todo me recuerda a él, lo busco en cada rincón, en cada uno de sus sitios preferidos, en cada caja de cartón. Todas sus cosas. Su comedero está vacío. Los primeros días le llamaba.... y no venía. Aún miro sus juguetes, y me duele el corazón. Hoy hay luna llena, y pienso que él está por allí jugando, persiguiendo un mosquito. En fin.. cosas que uno imagina para sentirse un poquito mejor.
     Has sido un gatito muy querido, espero que hayas sido feliz a mi lado. Yo sí. Mi compañero, mi niño. Siempre te recordaré y te echaré de menos. Allá donde estés; te quiero.
     Con amor; tu humana.

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